
EL PUEBLO MANCHEGO. DIARIO INDEPENDIENTE
Redacción y Administración: Calatrava, 10
Imprenta y encuadernación: Calle de Calatrava, 10
Ciudad Real, viernes, 26 de Agosto de 1.927
AÑO XVII – Núm. 4.919 Precio: 10 céntimos ejemplar
La Segunda de Feria en Almagro
Cagancho salió ayer de la plaza conducido por la Guardia Civil
Ingresó en la cárcel y fue multado con 500 pesetas
Márquez dio también el mitin en su primer toro
Rayito cortó dos orejas
Hay gran expectación por conocer a Cagancho. El tren corto lleva más de un millar de ciudarrealeños que al llegar a Almagro invaden el paseo de entrada al pueblo dando una nota pintoresca.
La ansiedad crece porque a las tres de la tarde todavía no había llegado el Gitano, aunque en el Gobierno Civil se sabía habían puesto rumbo hacia la ciudad encajera.
Un lleno absoluto en la sombra donde tal vez se vendieron más entradas que las debidas, estacionándose el público en uno de los vomitorios dificultando la labor de los periodistas que han de dar a los periódicos respectivos la información telefónica y de los cuales nadie se acuerda nada más que para solicitar benevolencia, un adjetivo y silencien lo que no desean se sepa.
En los palcos más mujerío que ayer. Sin duda ellas tienen también curiosidad por conocer a este torero, talla de Montañés unas veces; estatua de barro, otras.
Preside el alcalde señor Trujillo.
PRIMERO
Colorado claro, feo, parecido a un carabao. Sale “esaborío” pero luego, cuando lo fijan se anima tomando seis varas con estilo.
Márquez y Rayito hacen los quites con aseo, destacando la ciencia del joven rubio y la bravura del sevillano. Cagancho decide reservarse. El toro muestra poder y codicia por lo que los picapedreros lo maltratan.
En banderillas sobresale Pacomio y la labor con el capote de Bombita IV.
A cargo de Márquez está el primer espectáculo de la tarde. Sin usar la muleta, es cuando feamente arrea una puñalada y media contraria entre una pita ensordecedora y voces se vaya a Amorabieta.
El presidente llama al palco al matador, ¡vamos al decir!
SEGUNDO
Negro bragao, bonito de tipo, flojo de las manos de las que dobla con frecuencia.
A nuestro parecer esto es debido al largo tiempo pasado en los cajones, pues ha venido de La Coruña en donde iban a ser lidiados.
Rayito instrumenta tres verónicas y un recorte a gusto de la parroquia. Para colmo de nuestra desdicha el primer puyazo se lo colocan en la paletilla con lo que el defecto se acentúa.
Tres varas por una caída, dan lugar a que Márquez de unas verónicas suaves cuidando del toro que el público no estima, con notoria injusticia. Empieza la gente a meterse con Cagancho que por lo visto ha ido a la plaza de parroquiano.
Banderillean Bombita y Navarro pasando sus apurillos por llegar el animal quedado.
Rayito desafiando da dos pases de pecho soberbios, uno natural extra, pero por atender más al preciosismo que a la eficacia no liga la faena realizada en tres tercios distintos.
Echándose fuera un pinchazo; vuelve con una estocada contraria, y descabella al quinto intento (palmas a la voluntad y al recuerdo de ayer).
TERCERO
Colorado, claro, bragado oscuro.
Cagancho torea para él sufriendo el público gran desilusión. En el primer quite da una verónica regular a cambio de un susto. Pierde el capote en otro y la tempestad se cierne sobre la plaza.
Son mucho 14 pesetas por ver a este señor.
Las cuadrillas trabajan como héroes. Catalino, Conejo, el gran Rafaelillo y hasta Guerrilla deben cobrar el dinero de su maestro y éste el de cualquiera de aquellos.
El dinero es para quien lo gana.
Cagancho despliega una muleta telonaria, se baila un charlestón, y con la muleta hace la siguiente tontería:
Un pinchazo estilo Rafael. Bronca.
Otro tirando de sable.
De la bronca participa la cuadrilla. Una estocada contraria, un pinchazo, otro, otro, y por fin descabella al quinto golpe, después de utilizar la espada y la puntilla.
Gran bronca.
CUARTO
Negro, cornalón. El toro hace extravíos de andar mal de la vista y lo demuestra al tirarle un capote Pacomio. Márquez hace señas es ilidiable, retira las cuadrillas y nuevo conflicto. Mientras conferencia con el presidente las protestas se hacen imponentes pidiendo los espectadores vuelva al corral.
Lo que está sucediendo es una vergüenza de la que no quiso participar UN GRAN TORERO, Bombita IV, volviendo por los fueros de los diestros machos, conocedores de la profesión, salta al ruedo sin corresponderle, demuestra al público su equivocación y a los toreros su ignorancia.
Una ovación premia la labor del enorme torero.
Banderilleado el toro con las de fuego, mal, a mi entender, porque si había embestido al capote de Bombita no había razón para que no lo hiciera a los caballos; y pasa a poder de Márquez.
Suave, torerísimo, realizó una excelentísima faena, intercalando rodillazos, tocaduras de pitón y unos muletazos preciosos. La faena es premiada con una gran ovación de la que participó Bombita.
¿Por qué, Don Antonio, usted torero enterado, no quería lidiarlo?
QUINTO
Negro, meano, gordo, bravo, con poder y por tanto maltratado por los de la castora.
Cuatro varas, tres caídas y un equino muerto, es el resultado del tercio, en el que los tres espadas hicieron quites del gusto de la concurrencia.
A la hora de matar, Rayito realiza una bonita faena compuesta de pases variados terminados con una estocada honda (ovación, oreja, rabo y vuelta a la pista).
SEXTO
Negro, grande. Un toro. Esta circunstancia, la de ser certero, y estar bien colocado de herramientas, es lo suficiente para que Cagancho se pegue a los tableros.
En medio de un lío horroroso, el de Pérez Tabernero toma tres varas, derriba una vez y mata un jaco.
La cuadrilla torea de un modo escandaloso ayudada de Márquez mientras el fenómeno aguanta impávido la bronca.
Contagiados los banderilleros del miedo del maestro lo hacen a la media vuelta, de cualquier modo.
Y ahora viene lo bueno. El catastrófico Cagancho derrochando frescura, da unos pases con el pico de la muleta, arrea un sartenazo, otro y ya en franca derrota pincha desde el callejón. Metido en un burladero, con una frescura inaudita, espera se lleven el toro al corral.
Mientras, las cuadrillas dan un lamentable espectáculo. Provistos de estoques y puntillas tratan de acabar con el animal que, para vergüenza de su matador, decidió no morirse.
Estando el toro en pie, Cagancho provisto de una espada intenta marcharse de la plaza siendo detenido por el público irritado.
Hay bofetadas y palos. Providencialmente la Guardia Civil se echó al ruedo protegiendo al espada que vuelve a la plaza aunque no se arrima al toro ni atado.
Mientras parte del público invade el anillo aguantando las arrancadas del toro, la otra parte grita desaforadamente pidiendo se castigue al torero que por lo visto, es sólo un fenómeno a la hora de cobrar.
Se echa el toro, se vuelve a levantar sin duda para increpar al gitano, mientras éste es rodeado del público que pretenden castigar su desaprensión.
La Guardia Civil saca de la plaza a los banderilleros, mientras la plaza entera ruge de indignación.
¡Un asco y una vergüenza!
EPILOGO
Por las calles se ve una triste comitiva. La Guardia Civil de caballería rodea a Cagancho y su cuadrilla conducidos a pie a la cárcel.
¡Y esta es la fiesta del valor y de la gallardía!
Jeromo Timbales

Márquez y Cagancho, multados
El Sr. Del Castillo que presenciaba la corrida y pudo darse cuenta de todo lo ocurrido apoyó enérgicamente al presidente el alcalde señor Trujillo que impuso una multa de 250 pesetas al diestro Márquez por tirarse a matar sin tratar de torear con la muleta.
A dos de los banderilleros de Cagancho otras 250 pesetas a cada uno por pinchar al toro sexto con estoques y puntillas escondidos entre los capotes.
La multa impuesta al desaprensivo Cagancho es de 500 pesetas siendo conducido como decimos en la revista a la cárcel con sus compañeros de cuadrilla rodeado de la Guardia Civil para protegerlos de las iras de la multitud.
Después de hacer efectivas las multas salieron los detenidos de la cárcel para evitar perjuicio a la empresa de Almería donde toreará esta tarde (esto de torear es un decir), el siniestro Cagancho.
De lo contrario hubiera permanecido en la cárcel varios días.
La enérgica actitud del Gobernador y del alcalde señor Trujillo, amparando los derechos del público contra la desaprensión y la desfachatez ha merecido unánimes elogios.
Fuente: El Pueblo Manchego
Agradecimientos: A nuestro lector “Corpus” por habernos indicado el enlace a la Crónica del periódico “El Pueblo Manchego”, la cual hemos transcrito íntegra tal cual se publicó en dicho tabloide.
Extraido de :http //almagronoticias.wordpress.com/
“Como Cagancho en Almagro”
Colaboración
Como Cagancho en Almagro.
J. de la Morena
Como Cagancho en Almagro.
Es una expresión ya un poco en desuso, pero todavía hay mucha gente que la conoce y la utiliza. Se dice «quedar como Cagancho en Almagro» como sinónimo de hacer las cosas verdaderamente mal y en público.
Lo primero es explicar lo de Cagancho.
Joaquín Rodríguez, de mote Cagancho, fue uno de los más famosos toreros de su época, en las primeras décadas del siglo pasado. Y decir eso es decir mucho. Un rapero americano de éxito o Cristiano Ronaldo son personas de parecido nivel de conocimiento y admiración, aunque yo creo, sinceramente, que en un ámbito local de España, la fama de Cagancho les supera.
En los años veinte los toros eran prácticamente, junto con el cabaret y el teatro, las únicas diversiones de masas existentes. El fútbol aún no era lo que es hoy y el cine estaba en mantillas. Así pues, debemos entender que este matador de toros era un gran líder de masas con una capacidad de atracción reservada a muy poca gente.
Por eso, cuando en agosto de 1927 se anunció que en la corrida del día 25 torearía el maestro en Almagro, todo el mundo tuvo claro que se produciría una auténtica marea humana hacia este pequeño pueblo.
La principal comunicación con Almagro, en aquellos momentos en que la red de carreteras estaba prácticamente inventándose, era el ferrocarril, concretamente el que venía de Ciudad Real. Y aquel día llegó a la estación de Almagro con gente subida a los estribos, sentada en los topes, en cualquier parte. El tren venía repleto de personas que habían pagado en Ciudad Real auténticas fortunas en la reventa para poder estar en aquella corrida.
Según los testimonios que he podido consultar, cuando menos entonces la plaza de Almagro era un lugar elástico donde la gente se apretujaba más o menos según quién viniera. Como aquella vez había tanta expectación, se llenó hasta la bola; una hora antes de comenzar en festejo ya no se cabía dentro. Las crónicas meteorológicas nos dicen que hacía un sol que derretía los testículos.
Formaban terna con Cagancho, Antonio Márquez y Manuel del Pozo, Rayito. Dos toreros de menor calidad. El primer germen de aquella mala tarde, de ésas que según Chiquito de la Calzada tiene cualquiera, fueron precisamente aquellos largos minutos en los que el personal estuvo embotellado en la plaza, codo con codo, pasando un calor de la hostia y escuchando los rumores de los maledicentes, según los cuales Cagancho no llegaría a aquella placita y a última hora se disculparía de actuar. Desde fuera de la plaza, Radio Macuto radiaba que el maestro no había llegado al pueblo. Los nervios se pusieron a flor de piel. Pero llegó. A las seis en punto, hora del paseíllo, pero llegó.
Salió al ruedo un primer toro colorado de la ganadería de Pérez Tabernero. Tomó seis varas y mandó al suelo a varios jinetes. Márquez y Rayito, como era entonces costumbre, hicieron sus correspondientes quites (si el toro fue siete veces al caballo, tuvieron un montón de oportunidades para ello). Sin embargo, aquí se empezó a ver que Cagancho había llegado a Almagro desganado.
Sobraron las oportunidades, sí. Pero él no hizo un solo quite. El toro le tocaba a Márquez y éste, a la hora de matar, comenzó a montar la tangana, pues se encaró con el morlaco sin muleta y se dedicó, simple y llanamente, a apuñalarlo. Fue advertido por la presidencia y recibió sonora bronca. Para entonces, el personal llevaba ya más de una hora pasando calor y, hemos de suponer, pasándose la bota de vino. Alegres, cabreados, alegres según el momento.
Rayito, dicen las crónicas, estuvo bien con su segundo.
El tercero, primero de Cagancho, era un toro colorado y bragao. Hasta el momento Cagancho ni siquiera había desplegado el capote (no había hecho ni un solo quite) y siguió en la línea. No es que yo entienda mucho de toros, pero es una ley universal que si ante un animal dudas, lo acaba notando. Consciente de que era su toro y de que no podía dejar de hacer un quite, Cagancho intentó ejecutarlo, pero el toro le desarmó, haciendo volar la capa, momento en el que el maestro salió cagando leches hacia la barrera. Ahí fue donde empezó la bronca de verdad.
En la lidia propiamente dicha, el torero se mostró distante y cobarde. A la mínima que el toro le miraba, echaba a correr. Tanto miedo tenía Cagancho que hizo algo increíble: pinchó al toro en el cuello, y después en el brazuelo, lugares ambos absolutamente vedados, no ya para un torero de gran fama, sino para un puto estudiante de primero de la escuela de tauromaquia.
En ese momento el teniente Juan Ayuso, jefe del destacamento de la guardia civil que vigilaba el espectáculo, dio orden a sus hombres de que impidiesen que nadie saltase al callejón. Con ese sexto sentido que da el portar tricornio, ya se había dado cuenta de que aquella tarde se iba a ganar el sueldo.
Cagancho pinchó nueve veces más y entró a descabellar cinco. A la arena comenzaron a llover primero las almohadillas; cuando se acabaron las almohadillas, las botas de vino; cuando se acabaron las botas, botijos; y cuando se acabaron los botijos, cualquier cosa sólida.
Dato importante: nadie tira una bota por usar. Estarían ya vacías. El personal tenía un calor de cojones; había pagado una fortuna para ver a un tipo huir del toro y asaetearlo levemente; y, además, estaban mamados. Aquello no podía salir bien.
Márquez, dicen, estuvo cojonudo con el cuarto. Pero al público le dio igual. Rayito también cumplió. No obstante, la gente quería que saliera el sexto, a ver si el señor Galáctico destapaba de una puta vez ese tarro de las esencias que dicen que tienen los toreros artistas.
Para colmo, el toro que le salió a Cagancho no era un toro, sino un oso kodiak bien alimentado. En la suerte de varas, mató a varios caballos (entonces los caballos de picar no llevaban peto). Todo el mundo en la arena se puso nervioso. Los subalternos toreaban a siete kilómetros de los cuernos, Márquez hizo un quite desde su casa, los picadores se hacían caquita cuando el morlaco todavía estaba a diez metros de ellos, y los banderilleros no banderillearon tirando los garapullos como dardos porque no les dejaron.
Cagancho, al parecer, estaba preparado para situaciones así. En la faena propiamente dicha, sacó una muleta descomunal y comenzó a torear con el pico de la tela, manteniendo por lo tanto al toro en otra galaxia. No contento con eso, en uno de los pases, mientras el toro estaba a su lado, le largó un espadazo en el vientre, y luego otro. El toro, claro, se cabreó más de lo que ya de por sí se cabrea un toro cuando lo lidian. Lo miró mal, así que el torero tiró los trastos y repitió la suerte del tercer toro: a toda hostia hacia la barrera. Y, una vez dentro, como el toro se le acercase, ¡le pinchó de nuevo!
El tercer aviso, signo de que el toro es devuelto al corral porque el torero es incapaz de matarlo, sonó mientras Cagancho seguía intentando matar al animal sin salir de la barrera. Lo hacía pinchándole en los costados, en los brazuelos, en cualquier lugar menos allí donde ha de hacerse según marca el arte de Cúchares. Aquellos de los subalternos que se atrevían a saltar a la arena lo hacían con sus espadas debajo de las muletas, se acercaban al toro y le pinchaban también alevosamente, en cualquier parte. A aquel toro no lo mataron. Lo asesinaron.
Estaba el toro vivo, y el ruedo ya comenzaba a llenarse de espectadores que, sudorosos, cabreados y borrachos, habían saltado a la arena con la nada serena intención de saltarle los empastes a hostias al torero gitano.
La guardia civil es mucha guardia civil. Pero una turba enfervorizada puede con todo. Son más y, una vez que el ser humano llega a ese punto en que todo le importa un huevo, no hay argumento que les frene. Las gentes comenzaron a perseguir a Cagancho, el cual intentó, con la espada en la mano, salir de najas de la plaza. Un espectador le agarró del cuello y, arrojándole en dirección contraria, le gritó:
‑¡Al toro, coño! ¡Cobarde!
Otro le arreó una hostia en pleno carrillo. Y allí estaba Cagancho, en medio de un ruedo lleno de gente que le rodeaba para darle una paliza; ruedo en el que todavía había un toro vivo, sangrando por sus mil heridas, soltando tornillazos y llevándose a la gente por delante.
Entonces cargó el ejército, concretamente un destacamento de Caballería que se encontraba allí reforzando a la guardia civil. A caballo y en plan cabrón, consiguieron convencer al público de que se tranquilizase un poco. No sin esfuerzo, despejaron el anillo. Ocho guardias civiles rodearon a Cagancho y lo sacaron de la plaza, entre una lluvia de todo tipo de objetos y fluidos corporales humanos, preferentemente faríngeos, epigástricos y nasales.
(Crónica de la Corrida en el Diario ABC del día 26 de Agosto de 1927)
El fracaso de Cagancho en Almagro es, efectivamente, la bronca más gorda ocurrida jamás en un espectáculo público en España. La marcha del diestro fue seguida de disturbios en los alrededores de la plaza en los cuales las fuerzas del orden tuvieron que cargar a caballo con una virulencia que ríete tú de los pipiolos antisistema.
Almagro aquella tarde fue una batalla campal. Tan, tan fuerte, que quedó en la memoria de los españoles, para los cuales, aún sin haber estado allí, aún sin haberlo vivido, «quedar como Cagancho en Almagro» se les grabó en la memoria como el símbolo de un fracaso absoluto.
Los testimonios que he podido leer describen a un Cagancho todavía vestido de plata refugiado en el salón de actos del Ayuntamiento de Almagro, custodiado por la guardia civil para que el personal que estaba en la calle no lo matase, fumando indolentemente y como resignado. Así es la vida.
“Yo quería quedar bien, pero lo que no pue zé, no pue zé.”
(El escándalo en la Crónica del Diario ABC del día 27 de Agosto de 1927)
Extraido de :http //almagronoticias.wordpress.com/
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