viernes, 13 de febrero de 2015

Historia del Carnaval en Daimiel


Braulio Molina López
Murga Los Diablos año 1930 (Guía de Daimiel - Agustin Garcia Muñoz)

Se cree que el carnaval tiene su origen en las fiestas saturnales romanas que consistían en el intercambio de funciones entre el amo y el criado. Esta libertad otorgada a los criados venía ser una especie de restauración del estado social de libertad que se disfrutaba en tiempo del mítico Saturno.
También se atribuye a las fiestas lupercalias que, de origen griego, se ofrecían en honor del dios Pan y en las que los sacerdotes inmolaban machos cabríos y cabras, con cuyas pieles se disfrazaban y corrían por las calles esgrimiendo látigos con los que pegaban a los transeúntes  para excitar la risa del populacho.

Dejando a un lado la procedencia, según Julio Caro Baroja, nuestro carnaval es hijo del cristianismo, y sin la idea de cuaresma no existiría en la forma concreta que lo conocemos. La palabra carnaval ha venido precedida en la edad media por las de carnestolendas, carnal o antruejo, haciendo referencia a la ausencia de carne que se va a imponer. Así pues, a pesar de sus raíces paganas, donde adquiere su notoriedad es dentro del cristianismo, en contraposición a la cuaresma.

Del año 1640 data la aprobación de una cofradía de las ánimas que junto a otra de moros y cristianos desfilaban por las calles de Daimiel recaudando dinero que después entregaban a los clérigos para ofrecer sufragios por las ánimas del purgatorio.
En los últimos años de mil ochocientos, las caballerías de las parroquias de Daimiel fueron las principales protagonistas de los carnavales daimieleños. Se tenía por costumbre que a las dos de la tarde se concentrara el vecindario en la plaza para presenciar el ofertorio de las concordias menores y se procedía al recuento de lo recaudado para terminar el desfile de caballería frente al Ayuntamiento.
El martes por la tarde se celebraba el de las concordias mayores y después de la marcha de los clarines por la plaza, se procedía al recuento, a la vez que llegaban los pastores que condimentaban migas para después arrojarlas al público.
La recaudación se efectuaba durante el desfile que se iniciaba con los caballos, seguidos por los burros y las mulas que portaban una bandera haciendo sonar una trompeta mientras pedían la limosna para las ánimas. En las celebradas en el año 1900 ganó la concordia de San Pedro, con una recaudación de 2.115 pesetas, mientras que la de Santa María consiguió 1940 pesetas con 32 céntimos.

Los bailes de las mascaras en el Círculo, Casino y Teatro Ayala, complementaban la actividad carnavalera de nuestros antepasados, llegándose a celebrar hasta cuatro bailes en el Coliseo Ayala, donde concurrían las máscaras y numerosas comparsas ataviadas de trajes caprichosos. Uno de los momentos grandes era la rifa de 25 pesetas de plata que se efectuaba el domingo de piñata entre los asistentes al baile, así como dos cajas de ricos dulces.
A finales del siglo XIX, el día más grande del carnaval en Daimiel era el miércoles de ceniza, concentrándose la mayoría de la población en el Paseo del Carmen, hasta el rio, para presenciar el desfile de carrozas que discurría entre las bromas de las máscaras y la merienda.
En los primeros años de 1900 surgieron en Daimiel diversas estudiantinas que componían sus propios versos y que fueron adiestradas musicalmente por Valerio Martín Pingarrón (director de la Banda de Música) y ya en 1930 surgieron las rondallas y las murgas que, a cara descubierta, recorrían las calles de Daimiel cantando acompañados de la música de instrumentos fundamentalmente de cuerda: “Los Heraldos”, “Los Baturros”, “La estudiantina de la Cruz Roja”, “Los Pajes” o “Los Amigos del Arte”.


Un personaje muy peculiar era la máscara del “Alhigui” que tenía como elemento fijo una vara a la que ataba a uno de los extremos un higo y corría detrás de las mozas gritando: “Al Alhigui, con la mano no, con la boca si” y la multitud le seguía tratando de arrebatarle el higo con la boca.
Pasada la guerra civil comenzaron las prohibiciones, llegando prácticamente a desaparecer el carnaval daimieleño. Las mujeres  no se podían disfrazar de hombres y nadie podía cubrirse la cara, siendo perseguido y multado quién no observara esta normativa
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Ya en 1950 empezaron a surgir las primeras máscaras guarronas en Daimiel que generalmente se disfrazaban con sacos de arpillera y la cara pintada, y  así se fueron incrementando de forma gradual hasta el restablecimiento del sistema democrático.

A lo largo de la historia, la tierra ha sido un gran salón de baile en donde ha danzado incesantemente la humanidad vestida de máscara, y es precisamente en el carnaval cuando se la ha quitado para ser ella misma.

IMÁGENES DEL CARNAVAL EN DAIMIEL